Arabi y Lispector

Manifestaba Ibn Arabi que la realidad que percibimos cada uno de nosotros se renueva continuamente: el mundo que nos es accesible renace con cada inspiración de aire, decía, según vamos respirando 'el soplo de Alá'.
Para Arabi el aire nos insufla soplos de pensamiento. Nuestras ideas son las 'formas' que toman esos soplos. Y el flujo de nuestra conciencia no es sino el resultado de la sucesión de los soplos en el tiempo.
Pero los soplos en sí están vacíos: aportan el flujo, la progresión en el tiempo de la actividad de pensar, no el contenido concreto del pensamiento, que es cosa del 'receptáculo' que somos cada uno de nosotros.

"'Dios' es como la luz que un cristal vela en la mirada y tiñe de su propio color: incoloro por sí mismo, se te presenta coloreado para ilustrar lo que es tu realidad cuando se la compara con tu Señor. Si dices que la luz es verde porque el cristal es de ese color, dices la verdad y los sentidos dan testimonio de ello. Si dices que no es verde ni posee ningún color, siguiendo lo que te indica el sentido común, estás diciendo igualmente la verdad y con ello das testimonio de la evidencia de un intelecto sano."

El 'cristal' es el conjunto de conocimientos y condicionamientos personales, cada persona tiñe con ellos la luz del intelecto. Un cristal y una personalidad opacos dan un color que tiñe intensamente todo, un modo monocromático de ver el mundo. Un cristal (una personalidad) más transparente es más luminoso y muestra mejor las formas (las ideas) del mundo en su diversidad de tonos y matices, revela mejor la realidad.

"El color del agua es el color del recipiente que la contiene", insiste el maestro sufí. Y sigue: "Las obras que lleve a cabo aquel que profesa una religión cualquiera, que sólo elogia la divinidad presente en su fe y que se mantiene firme en ella, volverán a él, y no estará haciendo el elogio más que de sí mismo. En efecto, alabar una obra es alabar al autor de la obra, sea hermosa o no. Así, la divinidad que adora aquel que profesa una religión es su obra, destinada a sí mismo. El elogio que dirige a lo que él adora es en realidad un elogio que se hace a sí mismo. Por eso critica lo que adoran los demás. No haría eso si fuera ecuánime."

El pensamiento de una persona es la realidad según ella misma, es la realidad que crea ella, ya se trate de un pensamiento religioso o de cualquier otro tipo de pensamiento. El elogio que uno hace de cualquier elemento del mundo es el elogio de la forma (idea) que esa persona tiene de ver ese aspecto del mundo. Pero no todo es subjetivo en el pensamiento. Es muy importante distinguir entre acto mental y contenido mental. Al contenido lo aportamos nosotros, es fruto de nuestras experiencias y conocimientos, de nuestra personalidad, pero es un error creer que el contenido determina completamente la actividad mental: nosotros realmente no decidimos pensar más o pensar menos, o sentirnos de una manera u otra cuando pensamos, simplemente sucede, nos viene dado de fuera con el soplo.
Los contenidos de nuestro pensamiento son nuestra creación personal del mundo. El acto de pensar, sin embargo, es una realidad que está más allá de lo que pensamos, una realidad que 'contiene' lo que pensamos pero no se reduce a ello: es 'la tensión de la divinidad' o 'el soplo de Dios', según Arabi. La tensión del soplo actúa de continente que libera o retiene variablemente nuestros pensamientos a lo largo del tiempo, moldeando de este modo el flujo de nuestra conciencia.
Los contenidos de nuestro pensamiento son asociación de ideas, tanteo, especulación sobre la realidad. El acto de pensar, en cambio, es una realidad en sí mismo, una realidad tan inmediata, tan fugaz y tan velada a nuestro conocimiento, tan física, que ha sido, de siempre, asociada a la naturaleza o intelecto primigenios, a Dios, no sólo en el caso de Ibn Arabi sino en la generalidad de las tradiciones religiosas y filosóficas.
Dice Arabi que la 'divinidad' es la vida o espíritu universal que hay en todas las cosas, mientras que el término correlativo 'humanidad' lo aplica al receptáculo que somos las personas de esta vida o espíritu.
El soplo divino es la energía que mueve la percepción de las formas del mundo, esto es, el pensamiento y de las ideas que tenemos de los objetos y sucesos del mundo. El soplo es el impulso todavía no procesado por nuestra mente, que todavía no se ha teñido de nuestros conocimientos personales. 'Dios' retiene el potencial conocimiento del mundo en el soplo divino, lo mantiene en la tensión del aire, hasta que lo libera y se manifiesta en nuestra mente en ideas relacionadas con nuestra experiencia concreta, a través de los movimientos que nuestra respiración genera en nuestro intelecto. El soplo libera el flujo de ideas, que toman forma (contenido) condicionadas por la situación personal de cada individuo, pero es el soplo quien impulsa continuamente la acción de pensar.
El mundo fenomenológico, que es el único al que tenemos acceso, toma su existencia del soplo, pues los pensamientos sobre el mundo existen por el soplo. Soplo y pensamiento, acto y contenido, mundo y mente mantienen un vínculo indisociable. Así, en definitiva, "quien quiera conocer el soplo divino, que adquiera el conocimiento del mundo, porque el que se conoce a sí mismo conoce a su Señor", concluye Arabi.
El soplo libera el conocimiento en una especie de renovación de la creación: cuando actúa crea el conocimiento, crea, por tanto, la realidad que percibimos y conocemos, y crea, por ello, lo que nosotros somos o pensamos que somos. Lo que ocurre, sin embargo, es que "nadie posee la ciencia de este poder divino. El hombre ni siquiera es consciente de que, a cada soplo divino 'no es y después es' ". Los soplos son venidas sucesivas de pensamiento a la conciencia de modo que cada una sustituye a la anterior; venidas que en sí mismas nos pasan inadvertidas porque ellas nos mantienen abstraídos en sus propios contenidos de una manera que no nos deja percibir su cambio. Así, inevitablemente, a cada momento 'somos y no somos', nos renovamos, renacemos, con los soplos del pensamiento.



* * *

El soplo sucede en el tiempo y no puede ser controlado ni previsto por nosotros, aunque actúa por nuestra respiración. Con él se hacen nuestras experiencias, los instantes, los momentos. El soplo es el impulso o embestida ante la cual nos tenemos que desenvolver en un sentido o en otro: pensar algo, decidir algo, hacer algo.

Dice Clarice Lispector: "Tengo un poco de miedo: miedo de entregarme, porque el próximo instante es lo desconocido. ¿El próximo instante está hecho por mí? ¿O se hace solo? Lo hacemos juntos con la respiración. Y con una desenvoltura de torero en la arena."

El hilo del pensamiento, como el de la vida, porque es el mismo hilo, es imprevisible.

"Oh, que incierto es todo. Y sin embargo dentro del Orden. No sé siquiera lo que voy a escribirte en la frase siguiente. La verdad última nunca se dice. Quien sepa la verdad que venga. Y que hable. Escucharemos afligidos."
"Escribir es frustrante para mí; al escribir lucho con lo imposible. Con el enigma de la naturaleza. Y del Dios."


Los instantes del pensamiento son efímeros. Cuando tenemos conciencia de ellos ya se han convertido en un instante nuevo; y son etéreos, como el aire de la respiración que los acompaña: 

"Te digo: estoy intentando captar la cuarta dimensión del instante-ya, que de tan fugitivo ya no existe porque se ha convertido en un nuevo instante-ya que ahora tampoco existe. Quiero apoderarme del es de la cosa. Estos instantes que transcurren en el aire que respiro, como fuegos artificiales estallan mudos en el espacio. Quiero poseer los átomos del tiempo. Y quiero capturar el presente que, por su propia naturaleza, me está prohibido; el presente se me escapa, la actualidad huye, la actualidad soy yo siempre en presente. (...) Y en el instante está el es de sí mismo. Quiero captar mi es." 

El instante es el 'es' de la cosa pensada y a la vez es el 'es' de yo que la pienso. Los instantes ruedan, se encienden y se apagan, cambian continuamente. Si una cosa hacen los instantes es cambiar, fluir.

"El instante-ya es una luciérnaga que se enciende y se apaga. El presente es el instante en que la rueda de un automóvil a gran velocidad toca mínimamente el suelo. Y la parte de la rueda que todavía no lo ha tocado, lo tocará en un futuro inmediato que absorbe al instante presente y hace de él pasado. Yo, viva y chispeante como los instantes, me enciendo y me apago. (...) Más que un instante quiero su fluencia."

Los actos de nuestra conciencia ocurren siempre en el presente. El ahora es la realidad pura del acto mental. El pasado y el futuro son sus contenidos, son solo pensamientos que fluyen en nuestra conciencia ahora.


"Te escribo a la hora exacta en sí misma. Me desarrollo sólo en lo actual. Hablo hoy -no ayer ni mañana-, pero hoy y en este mismo instante perecedero. Mi libertad pequeña y enmarcada me une a la libertad del mundo; pero ¿qué es una ventana sino el aire enmarcado por escuadras?"
"Lo que digo es puro presente y este libro ('Agua viva') es una línea recta en el espacio. Es siempre actual. (...) Aunque diga 'he vivido' o 'viviré' es presente porque yo lo digo ahora."
"Soy un ser concomitante: reúno en mí el tiempo pasado, el presente y el futuro, el tiempo que late en el tictac de los relojes."
"Estoy en medio de lo que grita y pulula. Y es sutil como la realidad más intangible. Mientras tanto el tiempo es lo que dura un pensamiento."


Y lo que define el orden del pensamiento y las duraciones de los momentos 
es la respiración: "El mundo no tiene un orden visible y yo sólo tengo el orden de la respiración. Me dejo suceder."

Más que pensar se es. Se es en el presente y se piensa en el pasado y en el futuro, aunque siempre se piensa desde la existencia presente. El suceder real del tiempo es más de existencias que de pensamientos. O es de existencias más allá de los pensamientos. Muy a menudo nos faltan las palabras para traducir nuestros estados y existencias en pensamientos.

"Hay muchas cosas para decir que no sé cómo decir. Me faltan las palabras. Pero me niego a inventar otras nuevas. Las que ya existen tienen que decir lo que se consigue decir y lo que está prohibido. Y lo que está prohibido lo adivino. Si hubiera fuerza. Más allá del pensamiento no hay palabras: se es. (...) En este terreno del se es soy puro éxtasis cristalino. Se es. Me soy. Tú te eres."
"Veo la furia de los impulsos viscerales, vísceras torturadas me guían. No me gusta lo que acabo de escribir; pero estoy obligada a aceptar todo el párrafo porque él me ha ocurrido. Mi esencia es inconsciente de sí misma y por eso me obedezco ciegamente."


Al mundo objetivo, a la realidad pura del presente, lo llamamos Dios. Desde siempre lo hemos llamado Dios. Los místicos y los filósofos lo han hecho tradicionalmente desde la antigüedad más remota: 
"Sé que Dios es el mundo. Es lo que existe. Yo rezo a lo que existe? No es peligroso acercarse a lo que existe. La plegaria profunda es una meditación sobre la nada. Es el contacto seco y eléctrico con uno mismo, un uno impersonal."

La realidad simplemente existe y se nos escapa, está velada y cambia continuamente. Es la verdad oculta, invisible, intemporal y omnipresente: estas son las cualidades del Dios y a la vez son las cualidades del 'pneuma'.


"Estoy respirando. Arriba y abajo. Arriba y abajo. Lo que más me emociona es que lo que no veo sin embargo existe. La verdad está en alguna parte, pero es inútil pensar. No la descubriré y sin embargo vivo de ella."
"Oigo el redoble hueco del tiempo. Es el mundo que se forma sordamente. Si lo oigo es porque existo antes de la formación del tiempo. 'Yo soy' es el mundo. Un mundo sin tiempo. Mi conciencia ahora es leve y es aire. El aire no tiene lugar ni época. El aire es el no-lugar donde todo va a existir. Lo que estoy escribiendo es música del aire. La formación del mundo. Poco a poco se acerca lo que va a ser. Lo que va a ser ya es. El futuro es hacia delante y hacia atrás y hacia los lados. El futuro es lo que siempre ha existido y siempre existirá. (...) Nace en el aire la primera flor. Se forma el suelo que es tierra. El resto es aire y el resto es fuego lento en perpetua mutación. ¿La palabra 'perpetua' no existe porque no existe el tiempo? Pero existe el redoble. Y mi existencia empieza a existir. ¿Empieza entonces el tiempo?"


El mundo nace y muere para nosotros a cada soplo, se renueva continuamente como la música que renueva sus tonos y sus ritmos: respira, late.

"Se me ha ocurrido de repente que no es necesario tener orden para vivir. No hay ningún patrón que seguir y ni siquiera existe el propio patrón; nazco.
Todavía no estoy preparada para hablar de 'él' o 'ella'. Demuestro 'aquello'. 'Aquello' es una ley universal. Nacimiento y muerte. Nacimiento. Muerte. El nacimiento es como una respiración del mundo."

"En cuanto a la música, después de tocada ¿adónde va? La música sólo tiene de concreto el instrumento. Mucho más allá del pensamiento tengo un fondo musical. Pero todavía más allá está el corazón que late. Así el más profundo pensamiento es un corazón que late."

Al soplo lo lleva el aire, y crea el tiempo, la sucesión, el ritmo en nuestro pensamiento cuando golpea nuestra alma.

"Ese aire libre, ese viento que me golpea en el alma de la cara y la deja ansiosa imitando un angustioso éxtasis nuevo cada vez, nuevamente y siempre, cada vez la inmersión en algo sin fondo donde caigo siempre cayendo sin parar hasta morir y lograr por fin el silencio. Oh viento siroco, no te perdono la muerte, tú que traes un recuerdo lastimado de cosas vividas que, ay de mí, siempre se repiten, incluso bajo formas otras y diferentes. La cosa vivida me espanta como me espanta el futuro. Éste, como lo ya pasado, es intangible, mera suposición.
Estoy en ese instante en un vacío blanco esperando el próximo instante. Contar el tiempo es sólo una hipótesis de trabajo. Pero lo que existe es perecedero y esto obliga a contar el tiempo inmutable y permanente. Nunca ha empezado y nunca acabará. Nunca."


El tiempo del alma y del pensamiento, si realmente es aire y viento, es el tiempo meteorológico: la atmósfera, sus movimientos, sus cambios: "Me enorgullezco de presentir siempre los cambios de tiempo. Hay algo en el aire; el cuerpo avisa que vendrá algo nuevo y me alborozo del todo. No sé para qué."

La vida no es nada neutro ni abstracto. Vivimos hasta la muerte instante a instante, con todas las consecuencias. Con organicidad, visceralidad, con placer, dolor, conciencia... El hilo de nuestra vida, en la especificidad de los momentos fluyentes, es el aire que respiramos, bocanada tras bocanada. Los millones de bocanadas de nuestra vida, un número finito del que nadie conoce su valor, cada una, a cada instante, ignorante de la siguiente en sucederle, define nuestro pensamiento y nos define a nosotros como seres pensantes.

"¿No ves que esto es como el nacimiento de un hijo? Duele. El dolor es la vida exacerbada. El proceso duele. Llegar a ser es un lento y lento dolor bueno. Es el amplio bostezo que nos hace estirarnos al límite. Y la sangre lo agradece. Respiro, respiro. El aire es it. El aire con viento ya es un él o un ella."
"He hablado mucho de la muerte. Pero voy a hablarte ahora del soplo de vida. Cuando uno ya no respira se le hace la respiración boca a boca; se pega la boca a la boca del otro y se respira. Y el otro empieza a respirar otra vez. Este intercambio de respiración es una de las cosas más bellas que he oído contar de la vida. En realidad la belleza de este boca a boca me está deslumbrando."


Nuestra mente es como un espejo, siempre está reflejando algo, una imagen, un contenido. No puedes sorprender un espejo vacío, cuando lo miras no ves el espejo en sí sino que te ves a ti. Y, sin embargo, la esencia del espejo es estar vacío, no es ser lo que refleja. Exactamente lo mismo sucede con la mente.

"¿Qué es un espejo? Es el único material inventado que es natural. Quien mira un espejo, quien consigue verlo sin verse, quien entiende que su profundidad consiste en ser vacío, quien camina hacia el interior de su espacio transparente sin dejar en él el vestigio de la propia imagen, ese alguien ha entendido entonces su misterio."
"Un espejo en el que yo me veo ya soy yo, sólo un espejo vacío es un espejo vivo. Sólo una persona muy delicada puede entrar en una habitación vacía donde hay un espejo vacío, y con una tal levedad, con una tal ausencia de sí misma, que la imagen no se marque. Como premio esa persona delicada habrá penetrado entonces en uno de los secretos inviolables de las cosas, habrá visto el espejo propiamente dicho."


El origen primero de los fenómenos de nuestra existencia y de nuestros actos se escapa a la razón. Es una verdad latente que no la capta el sentido común. Aunque se comprobase de un modo inenarrable, no la reconoceríamos probablemente: "Cuando mi existencia y la del mundo ya no son sostenibles por la razón, entonces me suelto y sigo a una verdad latente. ¿Acaso reconocería la verdad si ésta se comprobase?"

Al pensamiento, como a todos los estados psicológicos, no lo elegimos a voluntad sino que fluye por sí mismo. No deberíamos declararnos sus autores: "El pensamiento llamado 'libertad' es libre como acto de pensamiento. Es libre hasta el punto de que al propio pensador este pensamiento le parece no tener autor. El verdadero pensamiento parece no tener autor."

El pensamiento libre no obedece a la lógica de las palabras, en su origen es un soplo mental, que a la vez es un soplo del aire: “El pensamiento primario piensa con palabras. El 'libertad' se libera de la esclavitud de la palabra.”
"Hoy es sábado y está hecho del más puro aire, sólo aire."

El pensamiento libre es una fluencia que no termina nunca: el pensamiento que siempre nace en el presente.

"Aquello que será después es ahora. Ahora es el dominio de ahora. Y mientras dura la improvisación yo nazco."
"Lo que te escribo es un 'esto'. No va a parar, continúa.
Me miras y me amas. No, tú te miras y te amas. Es lo correcto.
Lo que te escribo continúa y estoy hechizada."




Ibn Arabí: Los engarces de las sabidurías. Edaf. Madrid. 2009.
Clarice Lispector: Agua viva. Siruela. Madrid. 2012.

Comentarios

Entradas populares