Lo que Ibn Arabi llama espíritu no es nada absoluto y estático sino todo lo contrario: es tan sutil y variable como nuestra mente. De hecho, nuestra mente ('alma' en la época) refleja de un modo directo el 'espíritu del universo', pues se mueve en tanto que éste la mueve. El espíritu 'viaja', y lo hace a modo de soplo vivificador o aliento, animando (dando el alma) a toda la creación: el espíritu es como un gran fuelle, sin ubicación ni forma. que alimenta los cuerpos y las mentes de todos los seres vivos y, por medio de ellos, todo el universo pensable y perceptible. Este viaje no es un desplazamiento lineal, a semejanza del que realizan los cuerpos en el espacio, sino que es un movimiento de 'creación renovada a cada instante, una suerte de bombeo o latido, que un momento tras otro, cual corazón presente en todas partes y en ninguna, mantiene vivo y despierto al cosmos' . Con estas palabras resume Carlos Varona, desde su meticuloso conoci