Ibn Arabi, el engarzador de sabidurías (II).


Según Ibn Arabi nuestras experiencias y conocimientos son puros fenómenos de nuestra imaginación. Entiende el sufí que la conciencia humana es ajena a la realidad del mundo físico, como lo es a la naturaleza de Alá; lo estrictamente físico y lo estrictamente divino nos resultan ambos inaprensibles. La realidad que experimentamos los seres humanos es pura fenomenología mental, sostiene; nos movemos en un mundo psicológico, el mundo de los nombres que las personas hemos puesto a las cosas, no el mundo de las cosas en sí.

"Tienes que saber que tú eres imaginación, y que todo lo que percibes y de lo que dices 'esto no soy yo' es (también) imaginación. Nuestra realidad personal en su totalidad es una imaginación dentro de una imaginación. En cambio, la verdadera realidad, la verdad, es Dios considerado en su esencia y en su ser, no bajo el punto de vista de sus nombres."


"Dios es como la luz que un cristal vela a la mirada y tiñe de su propio color: incoloro por sí mismo, se te presenta coloreado para ilustrar lo que es tu realidad cuando se la compara con tu Señor. Si dices que la luz es verde porque el cristal es de este color, dices la verdad y los sentidos dan testimonio a favor tuyo. Si dices que no es verde ni posee ningún color, siguiendo lo que te indica el sentido común, estás diciendo igualmente la verdad y con ello das testimonio de la evidencia de un intelecto sano."

Cada uno tiñe la inteligencia pura, física y divina a la vez, de una manera determinada con su memoria y conocimientos personales, pero todos participamos de esa inteligencia simple que está en todas partes, dice Arabi, y que está sobre todo en nosotros allí donde nosotros estamos, porque nosotros somos su principal manifestación: manifestándola le damos, por los nombres que ponemos a las cosas, la entidad de 'Dios'. Lo que llamamos 'Dios' o 'Alá' actúa físicamente en nuestra mente; Dios es lo que ordena y gobierna el universo entero pero sobre todo ordena y gobierna nuestra experiencia del universo, esto es, las formas del universo a las que accedemos con nuestra mente. 

"(Él) está en el cielo, está en la tierra, está con nosotros allí donde nosotros estamos, y nos hace saber que él es nuestra propia esencia, siendo a la vez seres limitados. (...) El universo es su forma y él es el espíritu del universo, el que gobierna."

"Él es el ser completo,
y es el único.
Mi ser se realiza por su ser,
por eso digo 'es alimentado'.
Mi existencia es su alimento,
mientras que nosotros somos alimentados por él."


Esta unidad de la inteligencia con Dios, del intelecto con el universo, es dinámica, se mueve, 'respira'. Es una presión o soplo que produce diversidad y variabilidad en las formas o ideas que tenemos o percibimos, esto es, gobierna nuestra cambiante actividad mental:

"Para poner fin a esta opresión 'inherente a la unidad divina, como esencia de las cosas, Él ha respirado'. Él mismo ha atribuido los alientos al infinitamente misericordioso, porque es éste quien otorga misericordia a los atributos divinos que buscan manifestar las formas (ideas) del mundo, de las que decimos que son el exterior de Dios por el hecho de que él es el exterior, al igual que él es el interior."
"Dios se desplaza en las formas (ideas)."
"(Dios) da vida a las formas (ideas) en el soplo y por el poder de los atributos expresado por los nombres y manifestado por las formas."

Dios se expresa en el entendimiento, es el aliento o soplo que insufla de vida los atributos que los nombres expresan y que las ideas o 'formas' manifiestan. Es una relación dinámica, respiratoria, entre la información y la vida.
Dios es tan grande que ninguna religión lo explica cabalmente, ni siquiera ningún credo está por encima de los demás en su intento de explicarlo.
 La comprensión de Dios es un fenómeno tan inmenso que ninguna ciencia ni ningún credo pueden dar ninguna seguridad de que no ofrecen una visión distorsionada de Él. 

"Ten cuidado de no unirte a un credo particular renegando del resto, porque perderás un bien inmenso. Más aún: perderás la ciencia de la verdad tal cual es. Que tu alma sea la sustancia de las formas de todas las creencias, porque Dios Altísimo es demasiado grande y demasiado inmenso para estar contenido en un credo con exclusión de los demás."

Las religiones suelen confundir las causas con los efectos, cuestión en la que la ciencia es más cuidadosa. Es verdad que Alá se expresa en el corazón de las personas en forma de misericordia, tal como dicen las religiones, mantiene Arabi, pero Alá no es la misericordia, no debemos confundirlo con ella, ni con ninguna otra manifestación mental. El corazón, la mente, contiene a Dios pero Dios es mucho más grande que lo que expresan el corazón y la mente. Dios es el agente, no el resultado; es el origen de la acción de pensar que acontece en el corazón y la mente de las personas, no es una representación mental o producto del pensamiento.
Alá actúa en el corazón y en el pensamiento de las personas por medio de un soplo o aliento. Alá 'respira' en nuestro corazón y en nuestro cuerpo, y produce nuestro pensamiento. 
"Dios ha sido descrito como el propietario del soplo..." 
Dios no es ninguna criatura ni ninguna forma concreta, sino que es el fenómeno que consiste en la manifestación de las formas del mundo en nuestro corazón y nuestra mente por medio del 'soplo'. De alguna manera, Dios se corresponde con la organización y el funcionamiento de nuestro psiquismo; revela el mundo, porque toma todas las 'formas' del mundo, unifica todo lo que es pensable o imaginable. Toda 'forma' o pensamiento es parte de Dios. Él es todo, de modo que cuando se le intuye o percibe a Él directamente no se puede percibir nada más, porque no hay nada más que percibir: no hay nada que sea más que el todo, no hay más mundo que todo el mundo. 

"Tienes que saber también que Dios altísimo, como se ha dicho en el Sahih, cambia de formas en su manifestación, y que, cuando el corazón lo retiene, no retiene con él a ninguna criatura. El sentido de esto es que el corazón, cuando mira a Dios en el momento en que él se le manifiesta, no puede mirar a nada más." 

Si percibes el todo no puedes percibir nada más, de modo que el todo es el uno. Si percibes las razones de Dios ¿qué otras razones pueden llamar tu atención? Si concibes en tu mente la forma como funciona el mundo verdaderamente ¿qué más te puede interesar mirar?
Sin embargo tal percepción directa y completa es difícil de alcanzar, pues la acción de Alá, que es la actividad de nuestro propio intelecto, se mantiene velada al intelecto mismo. El alma de una persona sólo contempla la idea de Dios en la individual profesión de fe de esa persona, como contenido concreto, como producto de su mente en el mundo de los nombres, no como el agente que es. El Dios que vemos es el Dios en el que creemos ('el Dios de las creencias'). La verdadera acción de Alá resulta invisible a nuestra conciencia porque es la acción de nuestra propia conciencia.
Los movimientos de Dios son los mismos que los movimientos de nuestra alma, de modo que no nos es posible detectar ningún movimiento externo a nosotros mismos. Sus movimientos son invisibles puesto que son los correspondientes a nuestro pensamiento. Solo podemos ver 'el Dios de las creencias', un contenido mental o representación como otro; no percibimos el Dios verdadero.


Explica Arabi: "Dios se manifiesta de dos maneras: una invisible y una visible. Según la manifestación invisible, Dios confiere al corazón su predisposición, y esta es la manifestación esencial la naturaleza de la cual es el misterio, es la esencia. Cuando el corazón ha adquirido esta predisposición, Dios se le manifiesta de modo visible: el corazón lo ve y él aparece entonces bajo la forma en la que se le ha manifestado. Él levanta el velo que lo separa de su servidor, de modo que éste lo ve en la forma de su profesión de fe. (...) El ojo no puede ver más que el 'Dios de las creencias'."
Según estos dos modos de manifestación de Dios, existen consecuentemente dos modos de creer en Él: Dios como agente y Dios como idea. 

"Esta diferenciación de los credos es evidente. Quien condiciona a Dios (con sus creencias) lo reconoce cuando se manifiesta bajo este condicionamiento, pero lo desconoce bajo ningún otro aspecto. En cambio, quien lo declara absoluto e incondicionado no lo desconoce nunca, sino que lo reconoce en todas las formas bajo las que se diversifica. Él confiere la medida de la forma en la que se le ha manifestado, indefinidamente, porque las formas de la manifestación divina no tienen límite."

Las 'formas' de Dios, los conocimientos que tenemos 
de los objetos y fenómenos del mundo, no tienen límite, nunca se agotan y siempre deseamos alcanzar más (Dios como agente del conocimiento). Lo mismo sucede con el conocimiento de Dios (Dios como objeto del conocimiento) para las personas creyentes, pues son los dos modos de una misma realidad. "El conocimiento de Dios, como todo el conocimiento, no tiene, para el gnóstico, ningún límite donde haya de terminar. Al contrario, incluso siendo un gnóstico, éste reclama en todo momento un aumento de esta ciencia: 'Señor ¡auméntame la Ciencia! Señor ¡auméntame la Ciencia! Señor ¡auméntame la Ciencia!' dice el Corán (20, 114)."

El solo intelecto tiende a simplificar la realidad para hacerla asequible a nuestras ideas personales y  crear una visión acorde a nuestros limitados conocimientos. El intelecto trabaja continuamente para acomodarlo todo a nuestros conocimientos individuales y concretos. La divinidad y las formas del mundo son, por el contrario, infinitas y, por tanto, inaccesibles a nuestro completo conocimiento. Es al corazón, entonces, a quien corresponde gestionar nuestra relación con las infinitas formas del mundo y mantener abierto a todas ellas nuestro intelecto. La 'llamada de Dios' es a los que tienen corazón, no a los que tienen inteligencia. 


"El intelecto condiciona y reduce la manifestación (de Dios y del mundo) a una calificación única, lo que es contrario a la verdadera realidad. No se trata de una llamada para los que están dotados de intelecto, para los que profesan credos, para los que se declaran incrédulos unos a otros y se maldicen.
La divinidad profesada por el uno no tiene ningún poder sobre la profesada por el otro. El que se atiene a un credo defiende su concepción de la divinidad y rechaza cualquier otra, pero lo que contiene su credo no le es de ninguna ayuda y permanece sin efecto y carece de efecto sobre el credo del que se opone él. Del mismo modo, este oponente no debe esperar ninguna ayuda de la divinidad presente en su propio credo: no tiene defensores. Dios ha negado que las divinidades de las creencias puedan servir de ninguna ayuda cuando son consideradas separadamente. Lo que obtiene auxilio es la Síntesis, y lo que auxilia es la Síntesis...
Por eso el Corán dice 'hay una llamada para el que está dotado de corazón' (50, 37), porque el corazón adquiere la ciencia de los cambios de Dios en las formas esenciales, gracias a los cambios que se operan en las formas aparentes. Es a partir de 'sí mismo' (la persona) como se conoce en 'Sí mismo' (la divinidad), porque él mismo (la persona) no es otro que la Esencia de Dios."

Más allá de lo que uno piensa o cree, la realidad es la que es. Y lo más humano a la vez que divino es saber reconocerla. Más allá de la idea de Dios que cada uno tiene (como objeto de conocimiento) Dios existe y actúa en 'nuestro corazón', y existe y actúa en los contenidos de estos pensamientos, pero sobre todo en el acto de pensar en sí. Dios actúa en los cambios de nuestra alma y en la diversificación y variación de nuestros pensamientos, actúa en nuestra mente al producir pensamientos diferenciados a lo largo del tiempo. En la diversidad y el cambio reside la manifestación de Dios. 


"Nada puede existir en el universo que sea distinto de la esencia de Dios: Él es el gnóstico, el que sabe, el que se reconoce en tal forma, y él es también el que no lo es, el que no sabe, el que no se reconoce en tal otra forma. He aquí lo que es otorgado al que conoce a Dios por medio de la manifestación y de la contemplación del Ser sintético. Sus palabras 'para el que esté dotado de un corazón' aluden al que se diversifica en los cambios."

Dios actúa en las ideas y las creencias de todas las personas, se manifiesta en ellas por muy diferentes que sean, precisamente porque son resultado de las acciones del variable pensamiento, en las que la divinidad verdadera se expresa diversificadamente. Todos los credos son una manifestación de Dios y, por esta razón, no los hay que sean más verdaderos que los demás, pues todos son incompletos por el mismo motivo. Como sucede con todos los pensamientos. El verdadero conocimiento de Dios no ha de provenir de la articulación de ideas o creencias en torno a Él, sino de su contemplación directa, de la comprensión de nuestra propia inteligencia.

"Esta ciencia es atribuida especialmente a Shu'ayb (Jetro) con motivo del 'movimiento en todas las direcciones', cuyas ramificaciones son innumerables. Cada profesión de fe es una, y todas ellas son ramificaciones.
(...) Cuando se levante el velo, cada uno conocerá una revelación conforme a su credo. Puede ocurrir, sin embargo, que esa revelación difiera al respecto de la decisión divina, conforme a sus palabras: 'Y les mostrará de parte de Dios lo que no habían previsto'.
(...) Tratándose de la Esencia, algunos servidores decretan en sus profesiones de fe que Dios es de una manera u otra. Cuando desaparezca el velo, verán la verdadera forma de su credo. Lo que habían conseguido ligar de esta manera será desligado. El credo desaparecerá y dará lugar a una ciencia obtenida por una contemplación directa. Cuando la mirada se haya vuelto penetrante, nunca más volverá a ser débil. La diversidad de las manifestaciones en las formas hará que estos servidores vean aparecer entonces aquello que diferirá de su credo, porque las manifestaciones de Dios nunca se repiten, de modo que el versículo que dice: 'les aparecerá de parte de Dios (al respecto de la Esencia) lo que ellos no habían previsto', se verifica también a propósito de la misma."


Nuestra existencia y nuestro pensamiento se renuevan a cada soplo. A cada instante se renueva 'la creación de Dios' en cada uno de nosotros. A cada aliento una nueva manifestación sustituye a la anterior; y no se repiten dos manifestaciones, como no se repiten dos alientos. Ordinariamente no somos conscientes de ello y nos negamos a aceptar que nuestra existencia y nuestro psiquismo estén hechos de algo tan efímero, pero la verdad es que, si lo pensamos, lo único que es realmente permanente de nuestra vida es esta constante sucesión de momentos.


"Esta progresión constante es una de las cosas más extrañas de las que el hombre no tiene conciencia debido al velo sutil y ligero y de la semejanza engañosa de las formas sucesivas. Efectivamente, el hombre ordinario no es consciente de la permanente manifestación de Dios que asegura la renovación de la creación a cada instante. Esto aparece, por ejemplo, en las palabras del Altísimo: 'cuando les sea dada una forma similar' (Corán 2, 25). Sin embargo, la una no es la otra. Para el gnóstico que sabe que son similares, dos cosas similares son necesariamente distintas.
(...) ¡Que hermoso es lo que Dios Altísimo ha dicho al respecto del mundo y de sus transformaciones a cada aliento! Él está en una nueva creación en el seno del Ser único. Ha dicho de algunos (y esto vale para la mayor parte del mundo): 'están en la confusión del hecho de una nueva creación' (Corán 50, 15), de modo que no tienen conocimiento de la renovación de la existencia a cada aliento.
(...) Ignoran que el mundo entero no es más que una reunión de accidentes y que, por consecuencia, se modifica constantemente, ya que el accidente no puede subsistir por sí mismo en dos instantes sucesivos.
(...) En cuanto a las personas que alcanzan la revelación intuitiva, sí ven que Dios se manifiesta en cada aliento, y que las manifestaciones divinas no se repiten nunca. Ven así, por contemplación directa, que toda manifestación aporta una creación nueva y que desaparece otra. Esta desaparición no es otra que la extinción de la vigente en el momento que la manifestación (nueva) de Dios se produce, y la permanencia se refiere a lo que aporta esta manifestación nueva. Entiende bien esto."


Ibn 'Arabî: Los engarces de las sabidurías. Traducción, edición y notas de Andrés Guijarro. Edaf. Madrid. 2009.

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