Psicología y vida

    Señala Henri Bergson que percibimos nuestra existencia como una secuencia de saltos de un estado psicológico a otro, aunque nuestro organismo, en realidad, funciona en un continuo sin cesuras temporales.     La experiencia de la vida, o conciencia, como fenómeno de percepción que es, no toma el continuo temporal completo sino solo elementos discretos, y se manifiesta de este modo a saltos discontinuos.
Cada una de las cosas que sentimos en nuestra conciencia, según Bergson, es 'el punto mejor iluminado' de todos nuestros pensamientos, sentimientos y deseos posibles a cada situación y momento dados. Y es la adecuación o idoneidad de estos pensamientos, sentimientos y deseos respecto a la situación concreta en la que nos encontramos lo que hace saltar la 'chispa' que 'ilumina' un punto concreto de la conciencia y no otro. Así, experimentamos aquellos pensamientos, de todo cuanto pueda alumbrar nuestra mente, que mejor se vinculan a la situación a la que estamos expuestos y a lo que sentimos en ese momento.
    Puesto en perspectiva temporal, sin embargo, las situaciones concretas con las que nos encontramos y lo que sentimos de facto nos resultan imprevisibles. Lo concreto que sucederá en el futuro y la manera como nos sentiremos no hay manera de conocerlo. Lo intentamos con nuestras creencias, suposiciones, prejuicios, etc, que son una manera de estar expectantes, pero, a toro pasado, vemos que pocas veces consiguen su objetivo de prever lo que acaba sucediendo en el futuro. Habremos de preguntarnos entonces: si no podemos prever lo que acaba sucediendo ¿tiene sentido esforzarnos en prever lo que puede suceder?
    La verdad es que nuestra vida parece inconcebible sin la expectativa continua de lo que está por venir. No podemos prever el futuro, pero podemos imaginarlo para preparar cómo vamos a encajar y a responder, no a todas las situaciones posibles, que son demasiadas y nos bloquearían, pero sí a las situaciones que creemos más probables. De hecho, lo hacemos hasta el extremo que es muy raro que lleguemos a intuir que el futuro (será tan distinto a lo que esperamos que) nos vaya a sorprender. Damos sentido a nuestra existencia y prolongamos las situaciones y momentos que vivimos proyectándolos hacia el futuro. Inevitablemente pensamos el futuro a partir de nuestros estados presentes. Prevemos panoramas posibles a partir de como nos sentimos ahora. Buscamos afinidades de lo que sentimos con lo que puede ser el futuro. Y las encontramos. De hecho muchas veces precipitamos, con nuestra conciencia, que las cosas sucedan como nosotros las pensamos o sentimos, y cerramos la puerta a los imprevistos y las sorpresas.
    Más que prever el futuro mediante el puro intelecto, son nuestros estados presentes, constituidos por el fondo de sentimientos y sensaciones actuales de nuestro organismo, los que nos empujan y nos proyectan hacia el porvenir. El devenir de nuestra mente en realidad obedece mucho más a las evoluciones de nuestra biología y sensibilidad (que son el origen de nuestras motivaciones) que a las probabilidades reales de acierto de nuestras previsiones racionales.
Entonces, para conocernos a nosotros mismos, para conocer el verdadero sucederse de nuestros estados psicológicos y la fenomenología de nuestra existencia, no deberíamos obstinarnos tanto en la capacidad que tienen nuestras ideas para prever un futuro que, de todos modos, nunca acabará estrictamente sucediendo, sino en conocer la manera como se proyectan los fenómenos sensibles de nuestra biología en nuestra conciencia y determinan, no una posibilidad concreta, pero si un universo de posibilidades de lo que está por suceder.
    Más que la realidad exterior es nuestra biología la que cambia. Lo hace continuamente, más de lo que somos capaces de expresar.

    "La existencia de que estamos más seguros y que conocemos mejor es indiscutiblemente la nuestra, porque de todos los demás objetos poseemos nociones que pueden juzgarse exteriores y superficiales, mientras que a nosotros mismos nos percibimos interiormente, profundamente. ¿Qué comprobamos entonces? ¿Cuál es, en este caso privilegiado, el sentido de la palabra 'existir'?
En primer lugar compruebo que paso de un estado a otro estado. Tengo frío o calor, estoy alegre o triste, trabajo o no hago nada, miro lo que me rodea o pienso en otra cosa. Sensaciones, sentimientos, voliciones, representaciones, tales son las modificaciones entre las que se reparte mi existencia y que la colorean alternativamente. Cambio, pues, sin cesar.
Digo, y con razón, que cambio, pero el cambio me parece residir en el paso de un estado al estado siguiente: de cada estado, considerado aisladamente, quiero creer que sigue siendo lo que es durante todo el tiempo que se produce. Sin embargo, un ligero esfuerzo de atención me revelaría que no hay afecto, representación ni volición que no se modifique en todo momento; si un estado del alma cesase de variar, su duración cesaría de transcurrir."
(pp. 13-14)


Henri Bergson (1957): L'évolution creatrice. Recopliado y traducido al español en Memoria y vida. Madrid: Alianza.

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