Giordano Bruno. La magia.

    Sostiene Giordano Bruno en el libro De la Magia que el vacío absoluto no existe, que, aunque no la percibamos, no hay espacio que no esté ocupado por alguna forma de materia.
    Los objetos del mundo no están aislados unos de otros; entre ellos hay un continuo, señala. El espacio invisible existente entre los cuerpos visibles es un continuo que, más que separarlos, 
media entre ellos y los comunica. El aire (o 'el espíritu aéreo' como lo llama) es una materia sutil imperceptible a nuestros sentidos que ocupa ese continuo, que abarca y toca toda la materia, y que ejerce con gran eficacia una acción sobre el alma humana, pues tiene un gran parecido con ella, afirma Bruno.

"El vacío, es decir un espacio sin cuerpo, no existe: un cuerpo no abandona un espacio sin ser reemplazado por otro. Ciertamente el alma abandona el cuerpo que ocupaba en vida, pero no puede abandonar el cuerpo universal -a menos que prefiramos decir que ella no puede ser abandonada por el cuerpo universal-. Está pues indisolublemente ligada a la materia universal; por eso, como su naturaleza particular es en todas partes entera y continua, reconoce en todas partes la materia corporal que coexiste con ella.
Un cuerpo imperceptible es un cuerpo verdaderamente continuo -sin duda espíritu aéreo o etéreo-; está dotado de una actividad muy grande y de una eficacia muy grande, en tanto que es estrechamente conjunto al alma, a causa de su semejanza; por eso se distancia más de la grosería de la sustancia sensible más tosca de los compuestos. Que los cuerpos imperceptibles y espirituales -aquellos de los que procede toda virtud presente en los cuerpos sensibles- estén dotados de la susodicha eficacia, es lo que muestran el espíritu aéreo que hace afluir y refluir toda la mar, y el indomable empuje de los vientos que, aún con tiempo despejado y sereno, devastan la tierra, destrozan los árboles, abaten los navíos. Como lo apunta tan bien Lucrecio, ese cuerpo espiritual es quien realiza todas las operaciones en los cuerpos sensibles: a su vez la mayoría de los filósofos pensaban que él no difería del alma, de donde la fórmula del poeta para designar el aire, 'quantum ignes animaeque valent', 'todo lo que pueden los fuegos y los vientos' (Virgilio, Eneida, VIII, v 403). En cuanto al fuego, ajeno a la materia grosera de los carbones, que sólo son cuerpos en combustión, se comprende que él sólo difiere del aire por simple accidente. El fuego verdadero es un verdadero espíritu que, en el interior de un cuerpo en combustión, está como contenido, dormido; fuera de ese cuerpo, existe de pleno derecho, pleno de vivacidad; y él está en un estado intermediario en la llama, como puesto en movimiento."
(De la Magia, p. 29-30)


    El aire empuja y mueve los líquidos y los sólidos, alimenta el fuego (la llama del cual muestra su elevado dinamismo) y actúa sobre todos los cuerpos y seres del mundo. El aire es el espíritu del universo y constituye, de alguna manera, la materia invisible del alma. Una muy antigua tradición en filosofía, que recoge Bruno, afirma que el alma es sensible a los movimientos del aire, e incluso la considera a ella misma un aire muy sutil y penetrante.

"Del agua al vapor, del vapor al aire, del aire al cuerpo etéreo más fino y más penetrante, se produce la mutación de una misma sustancia y materia a la que los egipcios, Moisés y Diógenes de Apolonia llaman ‘espíritu’. Existe divergencia en el hecho de que Moisés no distingue el alma del espíritu (si uno se atiene a su letra, sin prejuzgar el sentido) mientras que los otros los han diferenciado." (p. 31)

    Para Bruno el universo entero tiene alma. El aire viene a ser un espíritu o materia etérea que todo toca y que todo une, una materia inapreciable a los sentidos clásicos pero que afecta el comportamiento de los seres vivos por alguna sensibilidad indefinida de éstos, cada uno de acuerdo a su naturaleza particular. Este 'espíritu' es 'la inteligencia primera' de la naturaleza, Dios mismo según Bruno.
    El alma humana se 'alimenta' del alma del universo, en tanto que el cuerpo humano se alimenta del aire. El aire nos da la vida a cada momento, a cada soplo de nuestra respiración. Y nuestra inteligencia, que es lo nos hace capaces de relacionar las cosas, es un reflejo de esta inteligencia universal que lo relaciona todo. En el aire están la inteligencia, el pensamiento, las pasiones, los instintos... las manifestaciones de nuestro psiquismo. Es en este sentido que Bruno habla de Dios y de espíritus en general, y de 'demonios' en particular cuando los espíritus producen unas manifestaciones de carácter negativo en nuestra mente.
  

"La prueba de que los demonios son de naturaleza corpórea, tan diversos y variados como diversos y variados son todos los tipos de cuerpos, es que experimentan afectos, deseos, movimientos de ira, celos, idénticos a los que sienten los hombres y los seres compuestos de materia más espesa y sensible." (p. 45)
"Es preciso afirmar con seguridad y conservar en el pensamiento que todas las cosas están llenas de espíritu, de alma, de potencia superior, de Dios o divinidad, y que el intelecto y el alma están en todas partes íntegras aunque no hagan todo en todo lugar. Es a lo que alude el poeta (se refiere a Virgilio) inspirándose para ello en la doctrina pitagórica.
Este también es el sentido que todo el mundo atribuye a los arcanos sagrados, como en el salmo y el Libro de la Sabiduría: 'El espíritu del Señor ha llenado el mundo, y lo que contienen todas las cosas', y por otra parte 'Yo lleno el cielo y la tierra'.
(...) Si todos los soplos ['spiritus'] y las partes del aire confluyeran de este modo en un único océano, formarían una única alma, por numerosos o innumerables que fueran. Los filósofos concluyen de esto que hay una única materia, un único espíritu, una única luz, una única alma, un único intelecto.”
(p. 46-47)


Bruno, Giordano. De la Magia. De los Vínculos en General. Cactus, Buenos Aires, 2007.

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